martes, 18 de junio de 2013

Trama de la Historia

Familia típica, común y corriente. Por lo menos así parecería a simple vista, pero los demás nunca supieron que escondía esta detrás de sí. Padres con salario mínimo, y dos hijos a los cuales mantener. Su vida no era sencilla, traer el pan a casa se les hacía difícil, pero harían lo que fuese por hacerlo, aunque eso traiga terribles consecuencias.
No les era fácil mantener su hogar, se veían en situaciones de vida espantosas, ya que el dinero no les alcanzaba. Un día, una propuesta se le acercó al hombre de la casa, y tomando conciencia de la situación en la que se encontraba él y sus allegados, este no dudó ni tardó demasiado en considerar esta misma. Sabía perfectamente que era arriesgado, pero creía que valía la pena intentarlo. Ser traficante de personas no era trabajo fácil, lidiaba con la continúa presión de nunca ser encontrado en situaciones expuestas o reveladoras, esconderse de las autoridades se le hacía cada vez un poco más difícil. Trataba de autoconvenserse de que su trabajo valía la pena de conservar, aunque era consiente de que la única razón por la cual seguía en el juego, era su familia, y nada más que su familia.
No era mafioso ni traficante porque así lo deseaba, sino porque no veía otra manera de conseguir el salario necesario para mantener lo que más amaba en esta tierra, esa familia que siempre quiso tener.
Varias veces intentó salir de esto, pero como dicen algunos, cuando entras, ya no puedes volver a salir. Estaba bajo amenaza, él tenía y sabía demasiada información, sumamente confidencial, razón por la cual obviamente sus jefes no dejarían que él saliera de esto, por temor a que hablara y los delatara frente a la justicia. Su familia también se veía bajo amenaza, aunque la misma no lo supiera. Esa fue la gota que derramó el vaso, no permitiría que nada ni nadie lastime a las personas más importantes en su vida, por eso mismo, se vio obligado a seguir en este medio.
Su trabajo no era algo de lo que se encontrara orgulloso, sabía que no estaba bien lo que hacía, y que podría llegar a tener grandes y serios problemas si algún día llegaba a ser descubierto. Su familia no sabía nada al respecto, su esposa, María, inquieta y desconfiada por naturaleza, ya varias veces habría estado al borde de descubrir que era lo que su marido escondía, sabía que algo le ocultaba, pero para la suerte de su marido, Ricardo, ella no nunca había llegado lo suficientemente lejos como para adivinar que era lo que este escondía detrás de tanto misterio.
Ante las inquietantes preguntas de su esposa, él siempre respondía que ahora tenían todo lo que alguna vez soñaron, y que tenía que conformarse con eso, sin hacer tantas preguntas, y sin tratar de llegar siempre al fondo de todo. -¿Por qué tienes que saber absolutamente todo lo que pasa a tu alrededor?- le preguntaba él cada vez que María comenzaba con sus interrogaciones, más que nada a la noche, cuando sus hijos no estaban presentes para verlos discutir.
Ella molesta se quedaba de boca abierta, siempre sería él el que termine de hablar, y eso lo tenía aprendido después de llevar 10 años de casados, era algo que nunca había cambiado en él. Su matrimonio no fue siempre tan unido, como toda pareja, a tenido sus anti bajos, pero el amor es más fuerte que todo, y supera todo dolor, al menos así cuando es amor verdadero. Muy poético, lo sé, pero así lo veían y repetían ellos.
Volviendo al tema central. Después de más o menos 1 año y medio trabajando en este tráfico, en este caso de personas, los jefes de Ricardo habían considerado la opción de aumentarle su salario, brindándole así una mejor calidad de vida para él y su familia, que aunque ya tenían lo suficiente como para mantener sus gastos, no les vendría mal algún que otro dinerillo más. Con el dinero que en ese entonces aumentó en cantidad, y el que ya tenían guardado del año anterior, decidieron invertirlo en una nueva casa para todos ellos. Así fue como luego de discutirlo durante algunas semanas, decidieron comprar una mansión, situada en uno de los barrios privados de la ciudad. Su sueño siempre había sido situarse cerca del mar, por eso mismo, la casa se veía encontrada en Punta del Este, ahora sí, viviendo allí, ya no tenían que someterse a largas horas de viaje simplemente para darse un chapusón en el mar y volver. Ahora lo tenían ahí, en frente a ellos.
Una vez allí, su vida fue mejorando con el correr de los meses. Cada mes entraba más dinero al hogar, ya que el trabajo del hombre cada vez generaba más del mismo. Más dinero más calidad de vida, siempre hablando en términos económicos. Ricos, lo que significaba ser ricos, todavía no eran, pero ojo, no estaban tan lejos de serlo.
Sus hijos, Marianella de 13 años y Francisco de 15 años. ¿Cómo era ella? En la secundaria, era la típica chica "popular", "perfecta" "idolatrada" por todos en la misma. Siempre era el centro de atención, siempre conseguía lo que quería, cuando y donde lo quería.
Supongo que a partir de hace poco, cuando la economía de sus padres fue creciendo, ellos comenzaron a "malcriarla" en todo, y a darle todos los gustos. Ella no siempre fue así, siempre había sido una chica común, nunca le había gustado hacerse notar, sin embargo, ahora, eso era lo único que le importaba.
¿Él? Típico chico modelo. Su pasión prácticamente se basaba en estar en la cancha. No era en nada parecido a su hermana, cuanto menos visible era, mejor y más cómodo para él. Pero, aunque así no lo quisiera, era esa clase de chico por el cuál todas morían.
Él no le prestaba demasiada atención, nunca se vió atraído por ninguna. Aunque, ¿quién dice que en el correr de la historia esto no cambie?
Volviendo a los padres. Aquí va una parte de la historia que hasta ahora no sabemos, -¿qué más esconde este hombre?- pues atención, ahora se sabrá la verdadera historia.
Año 1995. Una gran discusión se había desencadenado entre ambos, María y Ricardo. -¿Por qué discutían esta vez?- el dinero, eso era lo único en lo que pensaban en estos momentos. Él siempre había sido de tomar mucho, en momentos en los cuáles no sabía que hacer con su vida, se dejaba llevar, y no veía otra solución que ir a algún bar de por ahí cerca, tomar algo, y luego volver a casa, estando en el estado que se encontrara. Más de una vez habían discutido por esto, pero no sólo por el hecho de hacer esto, sino porque él siempre gastaba esos pequeños ahorros de emergencia que tenían guardados en alcohol. Al hacerlo según él no era consiente de lo que hacía, siempre se excusaba de esa forma, y ella ya estaba harta de escuchar siempre el mismo sermón.

María- ¿Acaso nunca vas a cambiar Ricardo? Siempre la misma historia contigo hombre, ¡crece de una vez por todas! (dijo ella, con furia, aunque lágrimas recorrían sus mejillas).
Ricardo- Querida, (acariciando su mejilla, en su voz se notaba la presencia del alcohol) por favor, no me la hagas tan difícil.
María- ¿Yo te la hago difícil Ricardo? ¿Yo te la hado difícil? (repitió). Has estado bebiendo, otra vez.
Ricardo- ¿Y qué te dice que lo he hecho?
María- (quitó la mano de su rostro con fuerza, y lo miró a los ojos demostrando en su mirada la furia que llevaba dentro) A mi no me tomas el pelo querido, ¿acaso te pensas que no siento el aliento en tu boca, el estado en el que andas, y el temblor en tu voz? Seré despistada en algunas cosas, pero en otras no tanto.
Ricardo- Ayúdame, quiero salir adelante, pero no puedo.
María- ¡Pensá en tus hijos! ¿Quieres esto para ellos? Lo lamento, yo así no puedo seguir (desvió su mirada).
Ricardo- ¿Estas dejándome María? ¿Por esta pavada? (mientras tomaba su rostro con ambas manos, para que esta lo mirara a los ojos).
María- ¿Te parece qué puedo seguir estando con un hombre el cual le importa muy poco su familia? (ya un poco más calmada).
Ricardo- Me importan, y demasiado. Perdón si alguna vez te demostré lo contrario.
María- Ya es un poco tarde para pedir perdón, ahora mismo no lo puedo aceptar (el asintió) será mejor que te vayas.
Ricardo- ¿Encima me echas de mi propia casa?
María- ¿Quieres que tus hijos y yo nos quedemos en la calle? Igual, te gastaste todos los ahorros, en breve nos quedamos en la calle todos, no falta mucho para eso.
Ricardo- Te prometo que haré de todo, absolutamente todo para conseguir el dinero que tanto necesitamos. Y voy a estar mejor, trataré de estarlo, por vos, por mi, por nuestros hijos, por nuestra familia.

2 meses fue el tiempo en el que él y su esposa habían estado distanciados. Empezaron por dejar de hablarse, de llamarse. Sólo se veían dos veces a la semana, cuando Ricardo iba por sus hijos, para pasar el rato con ellos. En ese período, no todo fue color de rosas.
Ante el tiempo que estuvieron separados, él, no cumplió con la promesa que le había hecho a su esposa el día de su casamiento. "Juro fidelidad..." había sido una de las tantas promesas que realizó ese día, claro, hasta ese entonces la venía cumpliendo, pero, ¿qué paso después? Creo que no es necesario tanta explicación, él no le había sido fiel a su esposa, aunque ella nunca lo supo.

Un día, en la gran mansión, el hombre recibió una llamada. ¿Quién podría haber sido? Claro, la mujer con la cual había estado en aquel período en el que había estado "separado". Esta le contaba que había tenido un hija, preocupado y asustado, recordando aquella noche en la cual habían estado juntos, le preguntó a la mujer -¿de quién es el niño que llevabas dentro?-. Ella, con su voz temblorosa y entrecortada, le respondió, -Pues es tuyo, ¿de quién otro sino?-.
Si alguien hubiese visto la expresión en la cara del hombre cuando recibió aquella noticia. Los ojos se le desviaron, la vena de su frente se resaltó, y eso sólo pasaba cuando su nerviosismo se hacia presente. Trato de negar absolutamente todo, pero ella tenía pruebas, fechas, papeles, y todo aquello que demostraba que aquella hija que había estado en el vientre de esa mujer, era suya, y tenía que hacerse cargo de ello.
La mujer, llamada Teresa, quedó en verse con él lo más pronto posible, siempre a escondidas, no quería que nadie se enterase de la situación que estaban pasando, y menos el hombre, jamás le contaría a su esposa de esto, nunca tendría que enterarse.
Una vez se vieron, arreglaron hacerse un estudio de ADN, sólo para estar completamente seguros de que esa hija era de él. Una semana después, ya con los resultados en mano, él observo aquel papel, y rápidamente lo tiró a la basura, -maldita sea, es hija mía-, expresó él con furia, mientras golpeaba el escritorio con su puño.
Según le había contado Teresa, su situación económica no era la mejor. No tenía estudios, y su trabajo no le brindaba el salario suficiente como para mantenerse a ella y a su hija, por lo que el hombre, atinando a ser bueno con ella, le ofreció trabajar en su casa como mucama a tiempo completo, viviendo allí con su hija, pero siempre sin mencionar ni la más mínima palabra de lo que había pasado aquella noche, ni de nada que tuviera que ver con eso. Tres semanas después, Teresa y su hija Rocío se veían en la puerta de la gran mansión, ahora en adelante, se desarrolla esta complicada historia.


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